jueves, 25 de noviembre de 2010

LA EPIDEMIA DEL SIGLO XX

Existen registro de todas y cada una de las epidemias que azotaron a la humanidad a lo largo de la historia, hay evidencias del número de muertes que provocaron; pero nadie se ha dado a la tarea de hacer mención a la peor de todas y que hasta la fecha sigue cobrando vidas a nivel mundial. No estoy hablando de la AH1N1 ni de nada parecido y miren que como un mexicano más me tocó verla de cerca… La epidemia de la que hablo está perfectamente documentada y ha sido estudiada por diversas disciplinas, pero no hay cura para ella, podría decir que es posible disminuir su contagio y efectos fatales, pero en definitiva no desaparecerá.

La violencia cobra millones de vidas al año, como toda epidemia descontrolada tiene efectos que son prácticamente irreversibles. No se le ha dado el peso que debería tener y ni se le cataloga por ninguna instancia como epidemia por el simple hecho de tratarse de cuestiones culturales (supuestamente). En efecto, el peso cultural es mucho, pero también lo es el irrefutable hecho de que los seres humanos tenemos una parte animal que muchas veces no sabemos controlar y que con la inteligencia suficiente se torna muy peligrosa por el tipo de acciones y reacciones que tenemos.

El ser humano es agresivo por naturaleza pero al no saber cómo canalizarla caemos en violencia, y créanme que no solamente el mexicano tiende a ser violento, lo puede ser cualquier persona del mundo. Tenemos como ejemplos las acciones que toman ciertos militares, ciertos personajes públicos con poder, alumnos de distintos grados escolares, los padres y las madres, en fin, cualquier persona en determinado momento.

No me refiero a los gritos, golpes y demás manifestaciones físicas que comúnmente identificamos como violencia y a las que se les imputan las muertes. ¿Qué pasa con la violencia económica, psicológica y pasiva? ¿Sabemos cómo puede matar la indiferencia? ¿Estamos seguros de nunca haber sido violentos con otros? Es triste pero todos en más de una ocasión hemos violentado al de enfrente, pero siempre tenemos alguna justificación para nuestro actuar, justificación que en realidad es una excusa, que nos permite poner la conciencia en paz, pero en realidad es la peor de las reacciones, el ignorar que hicimos mal y que actuamos sin pensar pero sabiendo que íbamos a lastimar de alguna manera a la persona con la que fuimos violentos.

Como pueden ver con pocas palabras y sin argumentos con sustento científico, planteo un escenario que no es ajeno a ninguno de nosotros, un problema que por las dimensiones de sus consecuencias puede y debería ser considerado como LA EMPIDEMIA DEL SIGLO XX, pues para muchos de nosotros ha sido el pan de cada día y las generaciones anteriores dicen que la cosa está peor que antes. Oímos sobre la escalada de violencia en México, Brasil, España, Italia, Estados Unidos, Japón, Alemania, etcétera; escuchamos el cómo cada vez está más cerca de nosotros y no respeta niveles socioeconómicos, sabemos de la clasificación de los tipos de violencia y sistemáticamente cometemos actos violentos; pero es una realidad que son muy pocos los que tratan de hacer algo al respecto.

Muchos podrán decirme que “es normal”, o simplemente justificarse con el supuesto argumento de “así me educaron”, pero lo importante es empezar desde uno mismo y promover que las generaciones que vienen atrás de nosotros sean menos violentas que la nuestra.

No estoy diciendo que solamente el siglo XX fue el origen de la violencia que tenemos hoy en día, pero sí es un punto de partida para catalogarla como epidemia por el tipo de documentación que se tiene de ello. Quisiera pensar como un mexicano más, soñador y con ganas de salir del hoyo, que podemos lograr un cambio en las generaciones que vienen. Me queda claro que es una tarea difícil pero no imposible y esto se debe a que no hay una vacuna para esta epidemia, pero sí podemos encontrar los mecanismos de control para evitar que se siga propagando a la velocidad en que se ha propagado hasta ahora.

Como un mexicano más yo propongo empezar desde uno mismo, asumiendo el quién soy, dónde estoy y porqué estoy ahí; así comenzaremos a eliminar elementos que nos producen esa frustración que nos motiva a actuar de formas impensables con el otro. Respetar lo que los otros hacen y dicen al estar donde están (que conste que respetar no es sinónimo de aceptar) y en su defecto expresar y definir los puntos que no se compartan sin faltarse el respeto. Tratar de identificar situaciones que probablemente propicien un conflicto y por ende desencadene una acción violenta y aprender a resolverlos sin violencia en caso de caer en alguno de ellos; pero l más importante es que nos demos cuenta de que aquello que hasta hoy hemos definido como normal, no lo es y verlo en la cotidianidad como aquello que debemos cambiar poco a poco.

¿Ya te diste cuenta de cuántas veces y con quiénes has sido violent@?...